El fenómeno de las Freak waves, u olas gigantes fue durante muchos años una de las leyendas marineras que pocos decían creer. Siempre se han oído historias sobre olas gigantescas que engullían buques haciéndolos desaparecer para siempre … y siempre se habían considerado historietas para asustar a los novatos.
Sin embargo las historias contadas por los supervivientes y los daños sufridos por algunos buques hacían innegable su existencia, pero su tamaño real, así como su aparición repentina seguían siendo un misterio.
Uno de los factores para el escepticismo en la leyenda de las freak waves, era que la desaparición de buques se producía en ocasiones en condiciones de buena mar, y con aparente calma de vientos.
Los sistemas meteorológicos llevan muchos años funcionando con precisión, al igual que los observatorios oceanográficos. Las olas más altas que se han registrado en España en un temporal, rozan los 14 metros de altura, registrándose valores similares en otros países. Todo ello llevó en el pasado a oceanógrafos y matemáticos a predecir que la probabilidad de alcanzar olas de 30 metros sería de una cada diez mil años.
Sin embargo, en 1995 se demostró que los matemáticos se equivocaban.
Las freak waves son olas de unos 30 metros de altura (el doble de las normales) que se generan de manera aislada. Contradicen la teoria linear que predice el comportamiento de las olas, según la cual las olas varian de un modo regular alrededor de un promedio de altura.
Una de las teorías dicen que se producen por la suma de energías de diferentes olas, que en condiciones especiales van multiplicando su fuerza, hasta crear una cresta gigantesca.
En concreto, como explica el gráfico si una ola rápida, se encuentra con olas más lentas, sus energías se superponen creándose la freak wave.
En enero de 1995 la tecnología espacial ayudó a certificar la existencia y dimensiones de las Freak waves. Los resultados de los satélites ERS de la agencia espacial europea determinaron la existencia de estas olas.
Los satélites equipados de radares de alta tecnología, recogían imágenes de la superficie del océano. Estas imágenes se transforman matemáticamente en desgloses promediados de la energía y dirección de las olas, llamados espectros de olas oceánicas. De esta manera se pueden identificar claramente olas por encima de los 25 metros.
Desaparecía de esta manera la leyenda, y comenzaba la realidad.
Desde entonces, se ha sabido que el fenómeno es mucho más frecuente de lo que se creía, y se está desarrollando un proyecto el WaveAtlas, para crear un mapa de las zonas con más probabilidad de sufrir olas gigantes.
Muchos han sido los barcos que se han enfrentado a este fenómeno y han acabado en el fondo del océano.
Otros han sido más afortunados y pueden contarlo, como la tripulación y pasaje del Queen Elisabeth II y los cruceros turísticos Bremen y el Caledonian Star.
A pesar de la tecnología, el mar sigue dictando su ley.
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